jueves, 3 de julio de 2008

C'est le temps que tu as perdu pour ta rose qui fait ta rose si importante.

principito 1

Fue entonces cuando apareció el zorro.
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–Buenos días –dijo el zorro.
–Buenos días –respondió amablemente el principito, que se dio vuelta, pero no vio nada.
–Estoy acá –dijo la voz. –Abajo del manzano.
–¿Qué sos? –dijo el principito. –Sos muy bonito.
–Soy un zorro –dijo el zorro.
–Vení a jugar conmigo –le propuso el principito. –Estoy tan triste.
–No puedo jugar con vos –dijo el zorro. –No estoy domesticado.
–Ah, perdón –dijo el principito.
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Pero después de reflexionar agregó:
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–¿Qué quiere decir “domesticar”?
–No sos de acá –dijo el zorro. –¿Qué andás buscando?
–Busco a los hombres –dijo el principito. –¿Qué quiere decir “domesticar”?
–Los hombres –dijo el zorro. –Tienen fusiles y cazan. ¡Es muy molesto! También crían gallinas, es lo único que los vuelve interesantes. ¿Andás buscando gallinas?
–No –dijo el principito. –Busco amigos. ¿Qué quiere decir “domesticar”?
–Es algo muy olvidado –dijo el zorro. –Significa “crear lazos”.
–¿Crear lazos?
–Claro –dijo el zorro. –Vos todavía no sos para mí más que un nene parecido a cien mil nenes. No te necesito. Y vos tampoco me necesitás. Yo no soy para vos más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero si me domesticás, nos necesitaremos el uno al otro. Vas a ser para mí único en el mundo. Y yo voy a ser único en el mundo para vos.
–Empiezo a entender –dijo el principito. –Hay una flor… creo que me ha domesticado…
–Es posible –dijo el zorro. –En la Tierra se ven toda clase de cosas…
–No, no es en la Tierra –dijo el principito.
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El zorro pareció muy intrigado:
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–¿En otro planeta?
–Sí.
–¿Hay cazadores en ese planeta?
–No.
–¡Qué interesante! ¿Y gallinas?
–No.
–Nada es perfecto –suspiró el zorro.
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Pero el zorro volvió a su idea:
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–Mi vida es monótona. Yo cazo a las gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen, y todos los hombres se parecen. Entonces me aburro un poco. Pero si vos me domesticás, mi vida va a estar como soleada. Conoceré un rumor de pasos que será diferente a todos los otros. Esos otros me hacen esconder bajo tierra. El tuyo me llamará hacia fuera, como una música. Y además, mirá, ¿ves esos campos de trigo? Yo no como pan. El trigo es inútil para mí. Los campos con espigas no me recuerdan nada. Y eso es triste. Pero tu pelo tiene el color del oro. ¡Entonces cuando me hayas domesticado será maravilloso! El trigo, que es dorado, hará que me acuerde de vos. Y amaré el rumor del viento entre las espigas…
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El zorro se calló y miró un largo rato al principito.
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–Por favor, ¡domesticáme! –dijo.
–Me encantaría –respondió el principito. –Pero no tengo mucho tiempo. Tengo amigos que descubrir y muchas otras cosas que conocer.
–Sólo se conoce lo que se ha domesticado –dijo el zorro. –Los hombres ya no tienen tiempo para conocer nada. Compran las cosas ya hechas en los mercados. Pero como no existen mercados de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si querés un amigo, ¡domesticáme!
–¿Qué tengo que hacer? –dijo el principito.
–Tenés que tener mucha paciencia –respondió el zorro. –Primero te vas a sentar un poco lejos de mí, así, sobre el pasto. Te miraré de reojo y vos no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero podrás sentarte cada día un poco más cerca.
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Al día siguiente, el principito volvió.
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–Hubiera sido mejor volver a la misma hora –dijo el zorro. –Si venís, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, empezaré a estar feliz desde las tres. A medida que esa hora pase me sentiré más feliz. A las cuatro, ya estaré agitado e inquieto, ¡descubriré el precio del placer! Pero si venís en cualquier momento, no sabré nunca a qué hora vestirme el corazón. Los ritos son necesarios…
–¿Qué es un rito? –dijo el principito.
–Es también algo bastante olvidado –dijo el zorro. –Es lo que hace a un día diferente a los otros días, a una hora de las otras horas. Hay un rito, por ejemplo, entre mis cazadores. Los jueves bailan con las chicas del pueblo. ¡Entonces el jueves es un día maravilloso! Paseo incluso hasta llegar a la viña. Si los cazadores bailaran en cualquier momento, los días serían todos parecidos y yo no tendría vacaciones.

principito 2
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Y así el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de irse:
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–Ah –dijo el zorro. –Voy a llorar.
–Es culpa tuya –dijo el principito. –Yo no te quería hacer mal, pero vos quisiste que te domesticara.
–Claro –dijo el zorro.
–¡Pero vas a llorar! –dijo el principito.
–Claro –dijo el zorro.
–Entonces no ganás nada.
–Gano –dijo el zorro. –Por el color de las espigas.
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Y después agregó:
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–Andá a mirar de nuevo las rosas. Vas a comprender que la tuya es única en el mundo. Volverás a saludarme y te regalaré un secreto.
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El principito se fue a ver otra vez las rosas:
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–No se parecen para nada a mi rosa, no son nada aún –les dijo. Nadie las ha domesticado y no han domesticado a nadie. Son igual que como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero ahora es mi amigo, y entonces es único en el mundo.
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Y las rosas se sintieron muy molestas.
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–Son hermosas, pero están vacías –les dijo también. –No se puede morir por ustedes. Claro, cualquier caminante creería que la rosa mía se les parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, porque ella es la que yo regué. Porque es ella la que puse bajo una campana de cristal. Porque es ella a la que protegí del viento con una pantalla. Porque fueron sus orugas las que maté (salvo esas dos o tres, por las mariposas). Porque es a ella a la que escuché quejarse, alardear e, incluso, a veces callarse. Porque es mi rosa.

principito 3
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Y regresó hasta el zorro.
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–Chau –le dijo.
–Chau –dijo el zorro. –Este es mi secreto. Es muy simple. Sólo se ve bien con el corazón. Para los ojos, lo esencial es invisible.
–Para los ojos, lo esencial es invisible –repitió el principito para acordarse.
–Es el tiempo que perdiste por tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante.
–Es el tiempo que perdí por mi rosa… –dijo el principito para acordarse.
–Los hombres han olvidado esta verdad –dijo el zorro. –Pero vos no tenés que olvidarla. Te volvés responsable para siempre de lo que domesticaste. Sos responsable de tu rosa.
–Soy responsable de mi rosa… –repitió el principito para acordarse.

2 comentarios:

p. alvarado dijo...

Crear vínculos es liberar defensas y aflorar vulnerabilidades.

Es confiarle a alguien la palanca de la guillotina sobre tu cama y dormir tranquilo.

Es cerrar los ojos y correr.

~H~Herberth~H~ dijo...

Si, pero... ¿Qué opción tenemos más que crearlos?
No vinimos a este mundo para vivir en misantropía pura. Los seres humanos debemos elegir bien a quien confiarle tal palanca o a quién confiar las direcciones si tenemos un velo al correr.
Yo no puedo decir que me haya ido bien creando vínculos, echandole agua a las rosas, criando zorros, muchas veces pegando de lleno contra el poste por llevar mis ojos cerrados.
Pero si sé que mientras viva, los seguiré creando, porque solo por aquellos que si han funcionado, merece la pena seguirlo intentando.

Gracias por el comentario.