Hoy en Francia luego de caminar 8 horas seguidas en el Museo de Louvre (genial!), decidí hacer una parada sin demasiado sentido.
De hecho no fue exactamente una parada en el camino y más bien como un "pequeño" desvio, que incluía coger dos trenes que viajaban hacia el otro lado de la ciudad del lugar donde se encuentra el hotel donde me hospedo.
La razón de esta sin razón fue visitar la gran estación de trenes de Austerlitz o "Gare d’Austerlitz", la cual conocí por la canción "Peces de ciudad" de Joaquín Sabina, y que desde que la descubrí llevo meses escuchandola bastante.
Este pequeño detalle hizo que quisiera conocer este lugar que por lo demás no posee nada de especial, pero cuyo nombre he escuchado repetido ya demasiadas veces y al que he viajado en casi cien ocasiones en mi mente.
Por tanto mi vena romántica, que Paris no hace otra cosa que potenciar, no pudo evitar la ocasión de tomar la oportunidad al menos realizar este viaje de manera física una vez.
Además, quien quitaba que tal vez encontrara alguna otra viajera que hubiera querido enseñarme a besar en la gare d’Austerlitz...
No sucedió así, pero al menos tengo conmigo un nuevo recuerdo y alguna que otra foto:
De hecho no fue exactamente una parada en el camino y más bien como un "pequeño" desvio, que incluía coger dos trenes que viajaban hacia el otro lado de la ciudad del lugar donde se encuentra el hotel donde me hospedo.
La razón de esta sin razón fue visitar la gran estación de trenes de Austerlitz o "Gare d’Austerlitz", la cual conocí por la canción "Peces de ciudad" de Joaquín Sabina, y que desde que la descubrí llevo meses escuchandola bastante.
Este pequeño detalle hizo que quisiera conocer este lugar que por lo demás no posee nada de especial, pero cuyo nombre he escuchado repetido ya demasiadas veces y al que he viajado en casi cien ocasiones en mi mente.
Por tanto mi vena romántica, que Paris no hace otra cosa que potenciar, no pudo evitar la ocasión de tomar la oportunidad al menos realizar este viaje de manera física una vez.
Además, quien quitaba que tal vez encontrara alguna otra viajera que hubiera querido enseñarme a besar en la gare d’Austerlitz...
No sucedió así, pero al menos tengo conmigo un nuevo recuerdo y alguna que otra foto:
La canción de hoy, es super obvia y además repetida en mi blog, primera vez que pasa y espero que única, pero este es un post especial de temporada navideña, viajes y música, siempre música, que da y quita todo al mismo tiempo =)
Peces de ciudad
Joaquín Sabina
Se peinaba a lo garçon
la viajera que quiso enseñarme a besar
en la gare d’Austerlitz.
Primavera de un amor
amarillo y frugal como el sol
del veranillo de san Martín.
Hay quien dice que fui yo
el primero en olvidar
cuando en un si bemol de Jacques Brel
conocí a mademoiselle Amsterdam.
En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
la estatua de la libertad,
pero en desolation row
las sirenas de los petroleros
no dejan reír ni volar
y, en el coro de Babel,
desafina un español.
No hay más ley que la ley del tesoro
en las minas del rey Salomón.
Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.
Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad
que mordieron el anzuelo,
que bucean a ras del suelo,
que no merecen nadar.
El Dorado era un champú,
la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.
En Comala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.
Cuando en vuelo regular
pisé el cielo de Madrid
me esperaba una recién casada
que no se acordaba de mí.
Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis venas va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un liguero de mujer.
Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad
que perdieron las agallas
en un banco de morralla,
en una playa sin mar.
Joaquín Sabina
Se peinaba a lo garçon
la viajera que quiso enseñarme a besar
en la gare d’Austerlitz.
Primavera de un amor
amarillo y frugal como el sol
del veranillo de san Martín.
Hay quien dice que fui yo
el primero en olvidar
cuando en un si bemol de Jacques Brel
conocí a mademoiselle Amsterdam.
En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
la estatua de la libertad,
pero en desolation row
las sirenas de los petroleros
no dejan reír ni volar
y, en el coro de Babel,
desafina un español.
No hay más ley que la ley del tesoro
en las minas del rey Salomón.
Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.
Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad
que mordieron el anzuelo,
que bucean a ras del suelo,
que no merecen nadar.
El Dorado era un champú,
la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.
En Comala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.
Cuando en vuelo regular
pisé el cielo de Madrid
me esperaba una recién casada
que no se acordaba de mí.
Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis venas va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un liguero de mujer.
Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad
que perdieron las agallas
en un banco de morralla,
en una playa sin mar.
8 comentarios:
jajajaja, sos un groso, yo haría lo mismo.
mientras mas leo blogs como estos mas quiero a mi perro, jeje
Hermoso Post, sinceramente... lo que daria por estar ahi en ese lugar... me meteria un poco dentro de este hermoso tema de Sabina..
Por cierto que persona con nada que hacer hizo ese comentario de arriba!!?? si cada vez queire mas a su perro es por que no hay nadie quien lo queira con su forma de pensar tan arrogante...
Alejandra, de Buenos Aires, Argentina.
Gracias Alejandra :)
Increíble haberme encontrado este blog y esa foto de la gare d'austerlitz. Yo tambien sueño con este lugar siempre q escucho esta canción. Grande Sabina!
Debe ser muy bello poder caminar por las calles de Paris y ojala algun dia pueda viajar a dicho lugar. Sin embargo el año pasado tuve la chance de comprar pasajes a roma y disfrutar de una maravillosa ciudad
Excelente, llegue hasta aquí descifrando la canción "con la frente marchita ", buenísima me imagine en Buenos Aires
Aunque es una entrada antigua, quiero dejar constancia aquí de la inmortalidad de aquello que se hace con el alma, como el hecho de estar en una ciudad como París y hacer desvíos y recorridos solo para poder materializar algo que ha llenado nuestra mente, corazón y vida como la estrofa de una canción. No importa si esta entrada la lee alguien ahora o dentro de 50 años, siempre será el reflejo de un ser que ha sabido vivir y apreciar "aquellas pequeñas cosas" de la vida. Ojalá que la música siga haciendo vibrar tu corazón y conduciendo tus pasos como un faro que no falla. ¡Salud por tu corazón Sabinero!
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